¿El Efecto Mozart?

¿Les es familiar la creencia de que escuchar música clásica los puede hacer más inteligentes? Pues bien, mi objetivo en esta entrada es rastrear de dónde viene esa creencia y evaluar qué tan cierta es o no. Hoy escudriñaré al “efecto Mozart” evaluando críticamente la evidencia empírica más resaltante.



Lo primero que propongo es que escuchen algunos segundos de este video:


Ahora les pediré que hagan esta tarea. Observen esta figura. Imaginen que la fila superior ilustra una hoja que se pliega siguiendo las flechas que aparecen en pantalla (primero abajo, luego a la derecha, después nuevamente abajo). Luego, la línea en diagonal indica un corte a hacerse en la esquina. ¿Cómo se verá el papel una vez que lo desdoblen? 



Precisamente, en 1993, Rauscher, Shaw y Ky reunieron a 36 estudiantes universitarios para que respondan a esta misma pregunta. Los estudiantes debían completar un conjunto de pruebas de razonamiento espacial pertenecientes a la Escala de Inteligencia de Stanford-Binet (un ejemplo de estos estímulos es el que acaban de observar). Antes de ser expuestos a las pruebas, todos los participantes fueron presentados ante tres condiciones presentadas en orden azaroso: escuchar la sonata para dos pianos de Mozart (K. 448), escuchar una sesión de relajación grabada; y permanecer sentados en silencio. En todos los casos, el tiempo de exposición a cada condición fue de 10 minutos. Transcurrido este tiempo, los participantes completaron alguna de las tres tareas de razonamiento espacial. 



Los resultados indicaron un desempeño superior y estadísticamente significativo en los puntajes obtenidos tras escuchar un extracto de Mozart en comparación a las otras condiciones aunque el efecto encontrado en esta investigación solo duraba entre 10 y 15 minutos. En otras palabras, al comparar las tres condiciones, se observó que el puntaje promedio en las tareas visoespaciales era mayor luego de escuchar a Mozart. La prensa acuñó el término “el efecto Mozart” para referirse al efecto facilitador que la música de este compositor parecía generar.

A pesar de que el aumento en el desempeño se evidenció solo en el primer subtest y que este efecto tenía una duración breve de tiempo, la prensa y las grandes masas concluyeron que la música te hace más inteligente. Quizá la mejor definición para el efecto Mozart proviene de Pietschnig, Voracek y Formann (2010, p. 314), quienes lo definen como el "aumento pasajero del desempeño en tareas espaciales de pruebas estandarizadas, luego de ser expuesto al primer movimiento, ‘Allegro con spirito’, de la sonata para dos pianos en Re mayor (KV. 448) de Mozart”.

No obstante queda pendiente responder por qué se produjo ese efecto potenciador. En 1999, Nantais y Schellenberg replicaron las condiciones del experimento de 1993 pero agregaron también una grabación de una pieza de Schubert. Nuevamente, se empleó el silencio como comparación. Al igual que con Mozart, también se reportó un aumento en el desempeño en la tarea visoespacial luego de escuchar a Schubert. Entonces, ahora además de un efecto Mozart también tenemos un efecto Schubert (¿Habría también un efecto Don Omar?). Nantais y Schellenberg se plantearon la pregunta acerca de si es la música per se la que explica el aumento en el desempeño o era más divertido escuchar música que permanecer en silencio.*




Para el segundo experimento, los participantes escucharon la sonata de Mozart y una grabación de Stephen King. Luego de responder la tarea visoespacial, se les preguntó cuál de los dos estímulos prefirieron. Los puntajes de habilidades visoespaciales se calcularon de acuerdo a la preferencia y se halló que los que prefirieron a Stephen King se desempeñaron mejor frente a la condición de silencio e, igualmente, los que prefirieron Mozart se desempeñaron mejor frente a la situación de silencio. A partir de estos hallazgos surgió una nueva pregunta: ¿La preferencia por la historia o por Mozart se define por nuestro estado anímico y por el nivel de activación fisiológica?*



Thompson, Schellenberg y Husain (2001) emplearon la pieza de Mozart, el adagio en sol menor de Albinoni y una condición de silencio como control. Asimismo, se recogió información sobre la activación fisiológica y el estado de ánimo con dos cuestionarios, antes y después de iniciado el experimento. Lo invito a escuchar el adagio en sol menor de Albinoni:

Adagio en sol menor - Albinoni

La pieza de Mozart generó un mejor desempeño en la tarea visoespacial al compararla con el silencio, pero, y aquí está lo interesante, la pieza de Albinoni generó una disminución del desempeño en la misma tarea inclusive en comparación con el silencio. De aquí se concluye que lo que puede aumentar (o disminuir) nuestro desempeño frente a una tarea determinada es nuestro nivel de activación fisiológica y nuestro estado de ánimo (Schellenberg, 2006).*


Por último, Pietschnig et al. (2010) revisaron toda la literatura empírica en torno al efecto Mozart y concluyeron que existe poca evidencia empírica que sustente la existencia del efecto Mozart. 

Tomando en conjunto la evidencia señalada podemos concluir lo siguiente:

  • El “efecto Mozart” es consecuencia del nivel de activación y estado de ánimo.
  • Existe poca evidencia empírica que sustente la existencia del efecto Mozart.
  • Los mismos efectos pueden obtenerse con otra música (y otros estímulos). Cualquier actividad que nos genere placer antes de iniciar una tarea puede aumentar nuestro desempeño. No es Mozart por el hecho de ser Mozart el que genera el efecto. Un café, una conversación, hacer ejercicio, etc. también podrían aumentar nuestro desempeño en tareas inmediatamente posteriores.
Entonces, ¿escuchar música clásica nos hace más inteligentes? No. Espero haber sido claro en por qué no es verdad y cuál es la historia detrás de esta confusión. De aquí la importancia de remitirnos a las fuentes y a las evidencias empíricas para formarnos una imagen más objetiva de la realidad.



*Tomado de Chang, A. M. (en prensa). La música. Cerebrum: Lima. Figuras adaptadas.

Para una discusión más detallada visitar: 

Transformando la educación musical en una asignatura "real"


Referencias

Chang, A. M. (en prensa). La música. Cerebrum: Lima.

Nantais, K. M., & Schellenberg, E. G. (1999). The Mozart effect: An artifact or preference. Psychological Science, 10, 370-373.


Pietschnig, J., Voracek, M., & Formann, A. K. (2010). Mozart effect-Shmozart effect: A meta-analysis. Intelligence, 38, 314-323. doi: 10.1016/j.intell.2010.03.001
Rauscher, F. H., Shaw, G. L., & Ky, K. N. (1993). Music and spatial task performance. Nature, 365, 611. 
Schellenberg, E. G. (2006a). Exposure to music: the truth about the consequences. En G. E. McPherson (Ed.), The child as musician: A handbook of musical development (pp. 111-134). UK: Oxford University Press.
Thompson, W. F., Schellenberg E. G., & Husain, G. (2001). Arousal, mood and the Mozart effect. Psychological Science, 12(3), 248-251. Recuperado de http://pss.sagepub.com/content/12/3/248

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