Beethoven entre nosotros

Está sentado en un auditorio ovalado cuyo escenario ocupa el centro del espacio y en el área con menor elevación. Desde aquí, los asientos parecen atraídos hacia el centro por la gravedad del escenario y la música. En esta distribución, los miembros de la audiencia pueden verse entre ellos. Así, no solo es usted el que experimenta la música, pero puede observar las reacciones de los otros. Estas son algunas de las características de la Sala Pierre Boulez diseñada por Frank Gehry: La música como centro gravitatorio que reúne y une a la audiencia. Un auditorio que integra físicamente a la audiencia con los artistas. En este espacio se dio el segundo día del ciclo de sonatas para piano de Beethoven ofrecido por Daniel Barenboim. El programa incluyó las sonatas número 5, 6, 7 y 8 (o “Patética”), piezas compuestas entre los 26 y 29 años de su creador. 


La Sonata 5 fue una descarga eléctrica por su intensidad y por su relativa corta duración. El primer movimiento, allegro molto e con brio,fluyó con dramatismo y exquisitos contrastes entre secciones y dinámicas. Disfruté mucho de los sólidos acordes y las líneas melódicas del movimiento, es decir, del diálogo entre los planos verticales y horizontales de la pieza.



El segundo movimiento, adagio molto, transmitió calma y melancolía. La coda del movimiento fue muy emotiva. La línea melódica descendió de un registro agudo hacia las profundidades del teclado tanto en frecuencia cuanto en intensidad y fue secundada por acordes acompañantes sincopados que empastan el descender. La paz del final dejó al auditorio en un silencio absoluto. 


El final, prestissimo, surgió del silencio del segundo movimiento. El efecto casi espeluznante que genera este contraste se obtuvo porque Barenboim no dio opción a la audiencia de relajarse. Aunque dramático, el movimiento tiene ejemplos de humor musical como en los compases 37-46, donde imaginé al compositor burlándose de nosotros. La sonata culmina en una dinámica piano que decrece hasta desvanecerse en la nada. La audiencia fue muy respetuosa y no rompió su concentración hasta que Barenboim relajó su postura y nos sonrió discretamente.




El recital continuó con la Sonata 7. Recuerdo vívidamente la transición entre el segundo y tercer movimiento. El segundo movimiento, largo e mesto, nos llevó a un estado casi de desesperación. De este ambiente, un dulce La perteneciente al tercer movimiento, menuetto, iluminó nuestro viaje con un poco de esperanza. Como en la Sonata 5, en esta sonata es imperdonable romper la concentración de la audiencia entre movimientos. Ese La fue tocado con licencia, dándonos el tiempo necesario para transitar a un nuevo estado psicológico.






Aunque es una forma Rondo, Barenboim inesperadamente repitió el tema B antes de la coda y en una dinámica forte. Beethoven fue un gran improvisador y creo que hubiese disfrutado de esta licencia. El final de la sonata emula al de la Sonata 5: culmina en silencio absoluto. Nuevamente, la audiencia no rompió su meditación hasta que Barenboim relajó su postura. 


Al intermedio le siguió la pastoril Sonata 6. Un punto memorable de la interpretación de Barenboim fue en el compás 86 del último movimiento, donde el tema principal reaparece en un registro bajo y, por primera vez en todo el movimiento, en fortísimo. Un gran reto de este movimiento es no tocarlo muy fuerte hasta el mencionado compás. Barenboim economizó sus dinámicas de tal manera que la aparición grave del tema resaltó claramente. 


El recital culminó con la Sonata 8, “Patética”. La interpretación fue rica en dinámicas y dramática. La enérgica interpretación emanó tanto de la música cuanto de los movimientos corporales y faciales de Barenboim. El final del primer movimiento fue con acordes secos y cortados, como la tapa de un ataúd siendo cerrado súbitamente. La falta de pedal en el último acorde fue fundamental para lograr este efecto de shock. 


Las sonatas no se presentaron en orden numérico, pero quizá hubo una lógica detrás. En la primera mitad, Barenboim tocó dos obras cuya transición entre movimientos lentos y más ágiles demanda mantener la tensión psicológica del silencio. También son dos obras que culminan en intensidad baja y se evaporan en un silencio ensordecedor. En contraste, la segunda mitad del recital presentó sonatas con finales enérgicos.

Fue una velada emocionante y que permitió explorar nuevos ángulos de estas obras maestras. La arquitectura de la sala fue un ingrediente esencial de la experiencia: En varias ocasiones, dejé de ver un recital y presencié algún ritual religioso donde todos escuchábamos con atención un mensaje predicado desde el teclado. En la ronda de aplausos, Barenboim hizo un gesto de agradecimiento hacia el piano. Pudo ser un reconocimiento al piano modelo Barenboim, pero creo que fue un gesto hacia la experiencia musical que compartimos. Barenboim, el piano, el escenario, el público; la sinergia de estos elementos trajo a la vida la inconmensurable riqueza de estas cuatro sonatas del genio de Bonn. 


Berlín, Diciembre, 2019.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La identidad musical, el cielo y las nubes.

Indefensión aprendida – Ansiedad ante el desempeño musical

Siempre al este - Nuestros valores musicales